La década de los 90 fue la edad dorada del hip hop y la cultura urbana en Nueva York, pero también el final de la era del ‘subway graffiti’ que, de forma natural, dio lugar al bombardeo y ‘tagging’ de las calles de la ciudad por los escritores de graffiti y el establecimiento de algunos de estos prolíficos artistas de trenes en el circuito de galerías, que por esa época, buscaban medirle el pulso a las calles.
Andrea von Bujdoss aka Queen Andrea (Nueva York) creció en el área del Downtown Soho en medio de esta ardiente mezcla y con toda la vibrante energía que emanaba Manhattan al otro lado de su puerta. Exploró las calles y se convirtió en una escritora de graffiti dedicada y dispuesta a hacerse un hueco en un club que parecía solo apto para chicos. Tras varios años, cambió el duro estilo de vida (aunque emocionante) del vandalismo para ponerse creativa en la exploración de letras, colores vibrantes y mensajes que hoy combina en los murales que sigue haciendo en las calles, además de desarrollarlo a nivel gráfico y en su trabajo de estudio.
Compartimos en febrero unos días con ella en Madrid durante Urvanity Art 2020, donde creó un espacio inmersivo a todo color dentro de la feria y donde además participó exponiendo su obra con la galería neoyorquina McCaig-Welles. Nos ponemos al día via llamada telefónica para hablar sobre qué ha cambiado en estos meses y para adentrarnos en una conversación sobre los primeros años del graffiti en Nueva York, las mujeres en la profesión y su trabajo como artista, maestra del color y el estilo. ‘Hustle Hard’ [‘curratelo’], dice ella.
¿Cómo fue crecer en pleno corazón de Manhattan, en el área del Downtown para ser exactos, durante la década de los 90? Fue un momento de plena ebullición en la escena del graffiti y la cultura urbana en Nueva York.
La zona del Downtown estaba en plena explosión, había tantas cosas sucediendo… Mucho arte callejero, mucho ‘tagging’ y vandalismo por todos lados, un montón de clubs, música espectacular… ¡Los 90 fueron la época dorada del Hip Hop! También eran los comienzos de la moda de la ropa urbana, sonaba al mismo tiempo música punk, se practicaba skate, había ‘raves’, música dance y electrónica a tope… Realmente fue una etapa espectacular para vivirla. Todo el área estaba en pleno apogeo y era un gran lugar para crecer.
Los años 90 también supusieron el final de la era del ‘subway graffiti’ con el último coche pintado circulando en 1989 después de que los escritores de graffiti perdieran la batalla frente a la Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA) y la Autoridad de Tránsito de la Ciudad de Nueva York (NYCTA). Sin embargo, se convirtió en el comienzo de una nueva era, el graffiti se trasladó a las calles.
En ese momento la gente se estaba empezando a preguntar: “Y si no podemos pintar trenes ahora, ¿qué hacemos?”. Así es como comenzó el bombardeo en las calles y la creación de una cultura callejera. Cada aspecto del graffiti tiene sus reglas particulares y pintar un tren era diferente a pintar en la calle, era un momento en el que se estaban estableciendo nuevas reglas. Fue una etapa espectacular en la ciudad, ¡había tanto arte en las calles! Mucho más de lo que hay ahora. Ahora con la inversión inmobiliaria los terratenientes quieren mantener limpios los edificios… Pero imagínate que el graffiti no comenzó a ser un delito grave hasta mediados de los 90, así que había pintadas por todas partes, me parecía maravilloso. Los escritores estaban haciendo cosas escandalosas, ‘throwies’ enormes, la gente simplemente escribía su nombre por todas partes, había ‘bubbles’ (pompas de graffiti) de hasta dos metros y medio en las Avenidas principales…
¿Cómo se definió la ley la calle en ese entonces?
Dentro de esta cultura uno tenía que presentarse de cierta manera para ganarse el respeto de los demás. Era importante ser amigo de las personas adecuadas. Debes saber cómo manejarte si hay algún ‘beef’ (pelea) o si no le agradas a la gente. El graffiti es muy territorial. Si alguien viene y te pisa tu pieza, entonces creas una guerra, «este es mi muro, mi territorio». A veces hay peleas por alguna otra cosa que ocurre fuera y lo llevan al mundo del graffiti, te pisan a ti y a tus amigos. Las ‘crews’ tenían mucha importancia, se ‘taggeaban’ los unos a los otros… En los 90 había mucho de eso. Ahora ya no lo hay tanto y es interesante porque todos hemos crecido y madurado. A veces hay alguna trifulca aquí y allá, pero no es tan salvaje como cuando la cultura del graffiti estaba despegando. A principios de los 2000, cuando muchos de estos artistas comenzaron a establecerse en el ámbito de las galería o a trabajar en campañas publicitarias, todos comenzamos a relajarnos y colaborar. Algunos de los escritores siguen siendo muy exitosos a día de hoy y todos lo celebramos juntos.
¿Cómo era la Queen Andrea adolescente moviéndose en el mundo del graffiti en esos años?
Fue alrededor de esa época, a finales de los 80 y principios de los 90, cuando todavía iba al colegio y tendría entre 12 y 13 años, cuando comencé a interesarme por el graffiti y las cosas que sucedían en la calle. Ya a mis 15 años trataba de encontrar la manera de ser un mejor artista de graffiti. Me inspiraron mucho algunos de los primeros escritores de la década de los 80 y tuve la suerte de hacerme amiga de algunos de ellos en mi barrio. Uno de mis mejores amigos en ese momento era Alan Ket, [hoy es uno de los fundadores del Museo de Graffiti que abrió en Miami en 2019]. Él tenía este álbum de fotos con piezas de graffiti, ya por ese entonces él estaba interesado en el archivo documental, y me enseñaba todas estas fotos con los trenes del metro pintados. Tenía fotos incluso de los años 70 y 80, y gracias a ello pude obtener ese conocimiento y educación sobre el arte del graffiti. Fue genial poder estar activa durante esos años. Salía a pintar toda la noche en estos lugares súper locos, accediendo a lugares prohibidos, haciendo todas esas locuras que hacen los escritores de graffiti. Me encantó ser parte de eso, todo este tipo de cosas arriesgadas y divertidas que hacíamos fuera de la ley. ¡Era muy emocionante!
¿Tuviste algún mentor en el graffiti esos años?
En realidad no. Al principio algunos amigos me ayudaban con el ‘outline’ [el contorno de las letras] y lo hacían por mí… Pero nunca tuve un mentor dedicado 100% a mi, realmente fui autodidacta durante todo el proceso. Quería aprender a hacer mis letras y convertirme en una mejor escritora de graffiti. Pasaba horas y horas en mi habitación practicando, descubriendo las estructuras, cómo equilibrar las letras, crear otras nuevas hasta finalmente pintarlas en la calle. Lo cual, por cierto, es otra cosa completamente diferente. Una cosa es tener un estilo definido en tus cuadernos y otra poder llevarlo a una pared. Aprendí a controlar las latas, a hacer diseños dentro de mis letras, los contornos, a mantener mi mano firme… Lo que sí tuve fue una gran influencia e inspiración de los escritores de los primeros tiempos como Seen, Blade, Dondi, Wade, T-Kid … Ellos hacía trenes y eran muy, muy talentosos. En el documental «Style Wars» salen varios escritores como Seen, Kase 2 o Skeme, que realmente fueron increíbles durante esas épocas. Siempre hemos tenido personas por encima a las que admirar, pero aún así, cada escritor debe aprender a crear un estilo propio por su cuenta.
Ser mujer en esta escena tristemente era algo muy raro de ver, ¿recibiste algún tipo apoyo de otros escritores o perteneciste a alguna ‘crew’ que te protegiera de alguna manera?
Sí tenía algunos amigos y apoyo desde el principio. AOK fue una de las primeras ‘crews’ con los que estuve involucrada. Muchos de estos chavales venían de estar pintando trenes en los 80 y eran escritores muy hábiles. Para mí era genial estar incluida entre ellos, no solo eran geniales en lo que hicieron sino que también tenían mucha experiencia. Estaba con ellos, pasábamos el rato, me aceptaron, eso fue muy importante. Había otras ‘crews’ como RFC, que fue una de las más importante en la escena del Downtown de Manhattan. En el graffiti uno debe establecer su lealtad a una cierta ‘crew’. Tienes que saber cómo manejarte y sobre todo respetar para ser respetado.
¿Encontraste dificultades extra por ser mujer?
Sí lo hice principalmente porque al fin y al cabo estaba en medio de un ‘all-boys club’ y para las mujeres no existía esa igualdad, ni probablemente exista ahora. Así que a veces simplemente no contaban conmigo tan solo porque era una chica. Era como ser un unicornio en ese entorno. Los otros chavales no se podían creer que hubiera una chica que quisiera pintar en esa misma pared que ellos estaban mirando. La cuestión era que estaba tan interesada en lo que estaba haciendo que si la gente me decía algo yo presionaría e insistía aún más. De la misma manera, había ciertos aspectos de esta cultura que me hicieron sentir fuerte e integrada: me encanta la música hip hop, la moda urbana, hice skate durante un tiempo, aprendí a hacer algo de breakdance … ¡Qué difícil es! Todo esto me mantenía en marcha, y ya no solo se trataba de que los chicos me aceptaran o no, sino que yo estaba avanzando y disfrutando de todo el proceso.
¿Existían otras mujeres con las que estuvieras compartiendo la escena en esa época? Ya en los 80 otra gran referencia femenina en graffiti en Nueva York era Lady Pink, ¿fue un modelo a seguir para ti?
Yo tenía 15 años cuando conocí a Lady Pink y por ese entonces ella ya estaba bastante consolidada en la escena. Ella venía de esa etapa de los trenes y yo estaba completamente fascinada por ella. En esa primera etapa ella pintaba murales enormes, piezas por toda la ciudad y algunos lienzos. Ya en los años 90, ella y su generación comenzaron a hacer unas producciones espectaculares, estaban fuera de este mundo e incluía retratos, paisajes, letras totalmente salvajes… Para mi ella supuso una inspiración muy importante, no solo porque siguiera siempre adelante sin importarle lo que la gente dijera de ella por ser mujer, si no también por lo potente que era con los estilos que hacía. A principios de los 90 ella estaba haciendo unas cosas a las que podía ni imaginar acercarme. Es una mujer muy fuerte, es muy divertida y una persona con quien puedes hablar. Su personalidad me inspiró mucho. También tenía una amiga de mi vecindario llamada Gillian, teníamos la misma edad e hicimos muchas cosas a nivel local, pero aparte de eso, no había muchas otras mujeres en Nueva York haciendo graffiti.
Pasado el tiempo comenzaste a explorar nuevos colores, formas, letras y desarrollando un estilo prolífico. ¿Supuso un importante punto de inflexión cuando comenzaste a introducir frases y mensajes en tu trabajo en lugar de solo tu nombre?
La calle suponía un estilo de vida bastante duro, así que decidí probar algo distinto donde poder ser creativa, explorar colores y formas de letras… De alguna manera convertirme en una maestra de las letras. Fue hace unos ocho años cuando comencé con los mensajes. Lo que ocurrió es que con el tiempo me aburrí de hacer mi nombre una y otra vez y quería comenzar a transmitir mensajes diferentes. Quería desafiarme y descubrir cómo pintar diferentes frases que no fueran solo las dos palabras de mi nombre, sino que podrían tener hasta diez palabras. ¿Cómo puedo encajar todo eso en este espacio que tengo en la pared? Me encanta el hip hop y para mí las frases fueron una forma de escribir letras de las canciones que me gustaban relacionadas con la cultura urbana o con el ajetreo cotidiano en el que vivimos. Además, no había mucha gente haciendo eso, así que me parecía divertido.
¿Qué mensaje te representa?
En términos de graffiti sería «Hustle Hard» [algo así como ‘Cúrratelo’ ó ‘Trabájatelo’]. Definitivamente diré que es el que más me representa. También «Love Wins» porque en la vida en general, y por supuesto también en el mundo del graffiti, la gente no suele ser muy justa e incluso puede ser agresiva sin ninguna razón. Es importante darse cuenta de que al final el amor siempre gana. Es parte de un mantra para mí de por vida.
¿Cuál dirías que es tu pieza más importante?
Probablemente la Houston Bowery Wall. Fue apenas hace un año cuando la pinté, pero el muro «Believe» [‘Creer’] es muy importante para mí porque yo me crié en ese vecindario y el muro en sí es totalmente legendario. Keith Haring lo pintó en 1982 y algunos de los mejores artistas del mundo han pasado por esa pared. También el mensaje era importante para mí, escribir «Creer» a ese tamaño era una llamada a la acción, a que las personas crean en lo que hacen y actúen de acuerdo con esas creencias. Usarlo como una forma de empoderamiento. Tengo otros muros favoritos de principios de la década de 2000, que fue cuando comencé a pintar más en la calle tras de graduarme de la universidad en 2001.
Paralelamente a todo este crecimiento en el mundo del graffiti estabas estudiando Comunicación y Diseño y desarrollaste una carrera laboral en diseño gráfico trabajando en diferentes compañías. ¿Cómo te moviste entre estos dos mundos?
El graffiti es genial y es muy divertido, pero a pesar de todo también necesitaba tener un trabajo. La mayoría de los escritores de graffiti, incluso en los 80 y 90, también tenían algún tipo de trabajo, a menos que se volvieran muy conocidos y ya pudieran vivir de las obras que vendían. Pasé por diferentes trabajos que me permitieron mezclar mi conocimiento de la cultura urbana con algo más corporativo. En Mass Appeal Magazine estuve varios años diseñando toda la revista, trabajando con fotógrafos e ilustradores y la revista era sobre graffiti, moda y estilo de vida urbano. Traté de seguir en esa dirección y trabajé con marcas que eran corporativas pero también urbanas, diseñando ropa con un rollo callejero, trabajando en publicidad… Para mi era combinar los dos mundos de una manera que todavía pudiera ser genuina sin sentir que estuviera vendiéndome. Muchos de los directores de arte con los que trabajaba eran antiguos escritores de graffiti.
¿Te preocupaba la idea de sentirte ‘vendida’?
Realmente es un tema importante y existe una gran conversación sobre ello. Hay gente que dice «todo esto pertenece a la calle y no debería ser monetizado», otras personas piensan «bueno, podría documentarse»… La cuestión es que la bola sigue creciendo porque las empresas y los principales medios de comunicación han empezado a ver que este arte urbano es algo ‘cool’, y claro que lo es, ¡siempre lo ha sido! Sin embargo, hay una línea muy fina en todo esto, en tratar de hacer ese trabajo que es puramente comercial pero manteniéndose genuino y respetando tus propias raíces, no compartir demasiado o al menos compartirlo con empresas que aprecian esta cultura. Ahora trabajo por mi cuenta y la gente viene a mi buscando ese estilo urbano para aplicarlo en campañas comerciales. Para mi es una forma de dar a conocer la cultura urbana, pero también haciendo algo nuevo con ella.
Hemos hablado sobre graffiti y muralismo, diseño gráfico y publicidad, pero hay una tercera pata muy importante en tu trabajo que es tu trabajo de estudio.
¡Exactamente! La verdad es que algunos de los trabajos de estudio que hago no están relacionados con el graffiti. Muchos de ellos están obviamente relacionados con la tipografía y las letras, el estilo de comunicación con frases… Son muy intrincados y realmente no se puede ver la conexión con el graffiti, pero es verdad que tienen expresiones muy dinámicas y rimbombantes que al final se asemejan a mi estilo e incluso mi personalidad. Me encanta probar diferentes cosas en el estudio y explorar otras tipografías que no estén relacionadas con el graffiti. Llevo obsesionada con las letras años, desde mis inicios y ahora puedo hacerlo en un terreno enfocado al diseño gráfico. Es verdad que a veces estoy tan ocupada trabajando en la calle haciendo murales que estar en el estudio se queda en un segundo plano. Mi propósito es seguir centrándome más en los trabajos de estudio, me resulta realmente satisfactorio, poder tomarme ese tiempo, contemplar…
La última vez que nos vimos fue el febrero pasado en Madrid durante Urvanity Art 2020 y en el calendario tenías varios proyectos en Estados Unidos, un par de muros por pintar, trabajo en el nuevo espacio de la galería que te representa McCaig-Welles Gallery e incluso un viaje de vuelta a España por un encargo de la Fundación María Cristina Masaveu… ¿En qué ha quedado todo esto?
Por el momento todo está en pausa. Me hacía especial ilusión volver a Madrid para trabajar con la Fundación María Cristina Masaveu para crear una instalación permanente. Dentro de la colección tienen una sección dedicada al Street Art con piezas de Banksy o Vhils… Y recientemente adquirieron una de mis obras expuestas en Urvanity 2020. Está en pausa hasta nuevo aviso, pero estoy muy contenta porque paralelamente me han salido algunos nuevos proyectos muy bonitos y alentadores. Ahora estoy pintando los comercios cerrados que han sido tapiados con maderas durante la cuarentena en pleno centro de Manhattan. Estos comercios tapiados son los lienzos perfectos y esta campaña mural los transformará en algo súper colorido. Es un proyecto de esperanza, para los neoyorquinos y de ánimos para superar esto juntos. ¡Por supuesto que este verano vendrán otros murales!