Ironía, escepticismo y sobre todo humor habitan el universo de Paco Pomet (Granada, 1970). Sus obras monocromo con puntos de luz focalizados las hacen arder en llamas a todo color y soles y lunas resplandecientes dan brillo al juego de blancos y grises. “El arte se convierte en un refugio del mundo distópico en que vivimos”, dice Pomet y el virtuosismo del pincel al óleo del artista consigue escapar de la realidad a través de juegos surrealistas a los que da rienda suelta, en la medida que el realismo de sus obras se lo permite.
Acaba de presentar ‘Begginings’, su última exposición en Richard Heller Gallery en Los Ángeles con obras donde conviven elementos clásicos de fotografías del siglo XIX y personajes salidos de los cómics de Francisco Ibáñez o de Barrio Sésamo. Aprovechamos para hablar con él de sus últimos trabajos, la visión crítica que desarrolla en su obra y los proyectos que están por venir.
Has empezado el año con un solo show en Galleri Benoni en Copenhague y acabas de inaugurar en Richard Heller Gallery en Los Ángeles “Beginnings” una exposición, que estará hasta el 8 de mayo.
Ambas estaban previstas para meses atrás pero con los confinamientos se han estado alargando. La exposición en Richard Heller Gallery en Los Ángeles va estupendamente, la respuesta del público y los coleccionistas ha sido muy buena. En cierta manera es una continuación de “Melancholia” la última que hice con ellos en 2018. Tengo momentos de melancolías fuertes y otros de entusiasmo muy grande, me pasa desde pequeño. Un atardecer me puede parecer una maravilla absoluta o algo terrible, según me sienta (ríe). No soy una persona muy estable anímicamente, tiendo mucho a mirar hacia afuera y no hacia adentro y la luz y el paisaje me afectan bastante así que intento jugar con ello. Esta nueva exposición ha sido como una inercia de la anterior, siento que estoy terminando de hablar de ello, tenía más cosas que decir a través de nuevas ideas.
Tu obra tiene un punto melancólico, a veces incluso perturbador… ¿De dónde viene?
Hay un punto de escepticismo en mi trabajo que viene de la madurez, te vas dando cuenta que tienes que estar preparado para muchas decepciones. La vida es como un aprendizaje de la decepción: hay que aprender a decepcionarse para no hundirse. El entusiasmo que uno tiene durante la juventud se va limando a medida que vas creciendo, las aristas se van rompiendo. Son pocos momentos en los que de adulto puedes llegar a ser “un tonto feliz” como digo yo, en el que todo esté bien. Una mezcla entre escepticismo y perplejidad se va apoderando de nosotros, ante un mundo maravilloso pero al mismo tiempo anodino y mezquino.
¿Y cómo te sientes tú en este momento?
Acabo de cumplir 50 y ahora con hijos llega un momento en el que el tiempo te agobia y se te echa encima. Pero quizás es el momento en que más contento estoy en mi vida. Siento todo de cara: mi cuerpo me hace caso, mi cabeza funciona bien, criar niños me encanta… Pero es terrible lo rápido que pasa, ¡me agobia un montón! El tiempo es como un fuego muy grande que arde muy intensamente pero se va quemando muy rápido.
Como esos fuegos que aparecen en tus obras que iluminan todo el espacio…
Puede ser, es verdad. Esos fuegos puede que estén revelando un poco lo que he dicho. Me gusta usar el color no de una forma descriptiva si no simbólica y casi semántica para incidir en un significado concreto o para llevar la mirada del espectador hacia algo. Lo mismo pasa con esos reflejos de luces, me gusta jugar con la luz por que es lo que rompe la monotonía de todo arrojando sombra y volúmenes. En ese sentido el tenebrismo siempre me ha gustado mucho más. Los coloristas me encantan aunque no los entiendo mucho, el color me despista bastante. Ahora bien, si lo focalizo y lo mantengo muy intenso en una zona puedo jugar con el resto también y eso hace que lo monocromo, que está pintado de una forma mucho más discreta, se potencie. Me ayuda mucho a ordenar visualmente la imagen y a llevar el significado del cuadro por un lugar o por otro.
¿A donde quieres llevar al espectador?
El concepto de cuadro como ventana a otra cosa a mi me interesa muchísimo más. Por eso la figuración. La idea está bien en sí misma y al darle cuerpo es cuando te la puedes llevar al espectador. La mano puede hacer maravillas pero ese paso más allá, por ejemplo lo da Goya, o El Bosco, que sin embargo para mí no son los mejores pintores que hay. No tienen la mano de Velázquez o de un Sorolla, que pintan lo que ven, pero que sin embargo se quedan allí. Hay artistas que saben escarbar de una forma que sacan oro de pequeñas ideas.
En tu proceso creativo trabajas con imágenes descriptivas, documentales del siglo pasado o del XIX. ¿Qué es lo que te interesa de ese material? ¿Son fotos anónimas o tienen un sentido en sí mismas?
La mayoría de las fotos me gusta que sean anónimas, de archivos fotográficos que no tengan ningún trasfondo artístico y que los personajes que aparezcan no tengan una referencia de dominio público. Me gusta bucear incluso en álbumes privados, en fotos anodinas o vernáculas. Existe un banco de imágenes de acceso público alucinante en Vancouver y tiene unas fotografías maravillosas de grandes obras públicas, de construcción de presas, puentes, talas de arboles… Son fotos con un detalle espectacular y muy descriptivas, muy frías, pero que da lugar a que la intención artística tenga más cabida. Trabajo a través de la fotografía, pero no como un concepto final que traslado al lienzo, eso sería un acto mecánico y me aburriría, así que juego con ellas una vez me pongo sobre el lienzo. Doy rienda suelta en la medida de lo posible, al final me gusta ser realista y esa libertad tiene que estar bien pensada.
¿Tras esas fotografías ‘retocadas’ se esconde un contenido más crítico?
En algunas de ellas busco una carga reivindicativa o activista. En otras no. No quiero que mi trabajo se vea solo bajo un prisma específico. Los cuadros que más me gustan o que me terminan aguantando la mirada son aquellos en los que yo no he proyectado un camino semántico o un significado muy cerrado. Una buena obra es como un espejo, en el que los miedos o las aspiraciones y deseos del espectador aparecen porque el cuadro escarba en sus propias necesidades. Me gusta lanzar una idea y un pequeño camino para que el espectador termine de recorrerlo por si mismo.
Cuando la hay, ¿por donde se mueve esa carga crítica?
Puede ir por el cambio climático, pero en general es la perplejidad ante la estupidez humana lo que más me llama la atención. Creo que era Einstein que decía “sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy tan seguro de la primera”. Somos unas hienas para este mundo y es verdad que, aunque el ser humano es capaz de lo mejor, últimamente tenemos una perspectiva demasiado distópica de lo que está ocurriendo. Hemos despertado ciertos fantasmas y en las cabezas más podridas se piensa que realmente todo esto que está pasando no es culpa nuestra. Es absolutamente nuestra responsabilidad y nos quejamos constantemente, pero al mismo tiempo arrasamos con todo. Al final es verdad que lo único que tenemos para refugiarnos es el arte, si tienes una mirada un poco objetiva hacia el mundo te deprimes bastante.
¿De qué manera personal te ha afectado a ti esta situación global pandémica que acabamos de vivir?
A mi en realidad poco, menos las dos semanas que fueron de absoluto encierro el resto del tiempo he estado yendo a mi estudio sin problema. A muchos artistas no nos ha afectado demasiado negativamente esto, cada vez se compran más obras online y está haciendo que todo el intercambio comercial se acelere a través de los dispositivos. Eso si, veo complicado comprar online, conociendo mucho a un artista a lo mejor sí, pero yo no estoy seguro de que lo haría. Es necesario ver la obra en vivo.
¿Ha cambiado tu relación con las redes?
Justamente mi propósito del 2020, que acabé harto de todo, me prometí no poner likes, ni poner comentarios, ni likes a los comentarios ni nada para alejarme (risas). Y justo saltó la pandemia y claro, ya tenía que cumplirlo. He estado bastante ausente de Instagram pero no dejo de bichear qué hacen los demás. Me aguanté por que fue mi propósito de año nuevo pero menudo momento malo… Este año ya me apetece entrar a comentar y charlar… elegí un mal año para hacer (risas). ¡A contracorriente total!
Como artista, ¿te gusta también coleccionar arte? ¿a qué artistas coleccionarías?
Lo que puedo. He cambiado obra con amigos y alguna cosa me he comprado en alguna feria, pero cosas pequeñitas… Me gusta ir haciéndome una colección personal. Lo que pasa es que lo que me gusta me gusta mucho, pero hay muy pocas cosas que me gusten mucho… Neo Rauch y Friederich Kunath son artistas de primer orden y me encantan, me encantaría tener algo suyo, ¡pero es que cuesta una pasta! Habría que buscar algo pequeñito cuando lo que yo quiero tener es un buen cuadro… Mark Tansey me gusta mucho también, en España Rubén Guerrero es un tío increíble, un pintor dotadísimo, como Pere Llobera.
¿Qué es lo último en lo que estás trabajando?
Ahora estoy trabajando en la exposición colectiva ‘Deep Blue’ que se celebrará en mayo en la colección Hall Art Foundation en Estados Unidos con artistas de primerísima línea, es un orgullo para mí estar ahí. También en mayo tengo una exposición en WOAW Gallery comisariada por Sasha Bogojev. Lo siguiente será preparar mi participación en Enter Art Fair de Copenhague con la galería danesa Galleri Benoni.
*Paco Pomet estará presentando su obra en la feria Urvanity Art 2021 en mayo de la mano de la galería My Name is Lolita.