En sus objetos de porcelana, Beate Höing recrea irónicamente el mundo de sus cuadros, que compone a partir de hallazgos de mercadillos y de sus piezas hechas a mano. Combina sus propias figuras con figuras de porcelana en parte kitsch y en parte pretenciosas de segunda mano, dando a los objetos encontrados un nuevo contenido narrativo. Las figuras conscientemente imperfectas, cuyo efecto es siempre algo improvisado y peculiar, simbolizan la tenue y vulnerabilidad del mundo acogedor que ellas (y las pinturas) reflejan.
Así, Beate Höing ofrece al espectador una visión humorística de un mundo pequeño que, con su privacidad e intimidad, a veces puede significar más para nosotros que la sofisticación liberal al recordar una existencia acogedora que despierta nostalgia y recuerdos de tiempos pasados, pero que funciona cada vez menos desde entonces. la generación obligada a ello está desapareciendo paulatinamente.