Gian Martino Cecere
(Alemania, 1990)
Vive y trabaja en Berlín.
Mil cuatrocientos kilómetros es la distancia que permite pasar de un extremo geográfico a otro, manteniendo vivas las culturas y contradicciones de los lugares por donde se pasa.
Esta investigación se centra en las diferencias lógicas, en las cuales el estrés y la elasticidad, la forma y la sustancia, la realidad y el artificio, la estasis y el ritmo, la reanudación y la interrupción, el azar y el proyecto, entran en contacto hasta superponerse, disolviendo cualquier frontera.
Las colisiones resultantes hacen que estos signos se revelen, apareciendo a partir de algunos detalles de la composición, pero al mismo tiempo manteniendo claramente visible el proceso de creación.
El arte antiguo, la etnografía, los arquetipos, el mundo animal y vegetal son áreas de interés de las cuales se extrae el trabajo, recuperando los símbolos constitutivos, solo para ser readaptados a través de una ortografía líquida que se expande hasta filtrarse en la pared, mostrándose como un complejo tejido de imágenes en el que la identidad figurativa se disuelve en planes de perspectiva.
Recortes pictóricos, recortes, materiales antiguos, bocetos, borrados, materiales desgastados y fechados, y injertos de otra naturaleza son estratagemas que hablan el mismo lenguaje desconocido y el gesto insiste en caminos ya marcados. Las cosas quedan a la espera de que adquieran una intención significativa.
El lienzo, como un lugar de hallazgo arqueológico, parece un programa capaz de revelar las ruinas de una civilización atemporal, en la que es posible ver erosiones, fortalezas, focos y fracturas que rompen la integridad de la visión general.
Las condiciones espacio-temporales de este descubrimiento están borrosas, al igual que los objetos de descubrimiento, a menudo marcados por una voluntad épica: monumentos, figuras polimórficas y paisajes mencionados. Mostrar el proceso de descomposición es necesario para entender la distancia entre la obra y el usuario.