Le va la música punk, la escena underground y es de hacer las cosas sin formular demasiadas preguntas. Angelo Milano no quiere gustar, si no más bien hacer cosas que le gusten a él. En 2008 arrancaba en Grottaglie, una pequeña ciudad del interior de la Puglia italiana, la primera edición de FAME, el primer festival de arte urbano autofinanciado e ilegal con un line-up que reunía nombres como los de Conor Harrington, Blu, JR o Lucy Mclauchlan, y al que en los cinco años que le siguieron se sumarían otros tantos como el de Swoon, Escif, Boris Hoppek, Momo, Sam3, Os Gemeos o Vhils.
Sin ningún tipo de financiación externa y casi sin saberlo, Angelo Milano estaba organizando al sur de Italia uno de los festivales más importantes y precursores de la escena urbana a nivel internacional junto a artistas que compartían con él una misma filosofía de vida y una urgencia de expresarse a través del arte. Con Studio Cromie, su estudio de impresión handmade, costeaba el festival gracias a la venta de ediciones limitadas de serigrafías de artistas que allí producía, mientras su padre se encargaba de trasladar a los artistas y la madre de que no les faltara un plato de pasta caliente en la mesa. Cinco años de éxito, murales espectaculares y sobre todo una libertad pocas veces experimentada, le fueron suficientes para querer zanjar el proyecto. Ya había dicho todo lo que necesitaba decir.
Pocos años después, al taller de Studio Cromie se le unió un enorme espacio de piedra convertido en galería que hoy acoge eventos y exposiciones de artistas número uno y en el que está a punto de inaugurar ALL IN, su exposición más ambiciosa, una apuesta personal y una evolución de su trabajo de la mano de Paul Kremer, Revok, Momo, Matt Kleberg, Julien Colombier y Vhils entre otros. Hablamos con Angelo Milano sobre su pasado y su presente y lo hacemos sin filtros ni pelos en la lengua.
¿Cómo nace ‘del aburrimiento’ FAME, uno de los festivales pioneros de arte urbano mundial en la ciudad Grottaglie, en 2008? ¿Cuál era tu motivación?
En esta zona del sur de Italia no hay nada, no pasa nada, es un desierto: por un lado lo llamo aburrimiento y por el otro recursos, por que esa misma razón es la que me permite poder hacer lo que me de la gana. Aquí nadie está preparando para nada de lo que pueda pasar. Con FAME pasó exactamente eso. Lo empecé a organizar sin pedir ningún permiso, sin pedir ninguna financiación… Y lo saqué de forma instintiva hasta que más tarde se descubrieron las consecuencias. Nunca me interesó la realidad de los sitios donde ya ocurren cientos de cosas, donde ya todo está organizado y donde solo eres un observador pasivo. Siempre he sido muy activo y cuando trabajas sobre un lugar donde no hay nada eres mucho más libre.
Ya el primer año del festival asisten artistas número uno como Conor Harrington, Blu, Ethos, JR, Lucy Mclauchlan, Erica Il Cane… ¿Eran amigos tuyos de los años que estudiaste en Bolonia? ¿Cómo llegáis a conoceros todos?
A todos ellos les conocí aquí, en Grotagglie, a través de un festival de música punk. Yo era casi un niño y organicé el festival muy do it yourself al que muchos vinieron estos artistas porque les gustaba esa música. Ahí nos conocimos la mayoría. En Italia existía mucha actividad cultural autogestionada que se movía por la música punk y en casa ocupadas, era una forma de arte o de comunicar muy alejada de lo mainstream. Unos tocaban música, otros pintaban, otros hacían graffiti… El denominador común fue el hacer cosas por que las sentíamos desde dentro, nadie lo veía como un trabajo, era todo muy natural, actuábamos de forma muy urgente. Siempre entendí que haciendo cosas iba a construir puentes y llegar a más.
Precisamente el festival tenía un espíritu muy punk, provocador y sobre todo un mensaje muy claro de que lo público es de todos…
Más que un espíritu específico, iba muy en la línea de mis emociones y sentimientos sobre el arte, sobre la comunidad y el espacio público. Era una expresión muy egoísta y enganchada con mis necesidades. Lo entendía como algo para disfrutarlo yo primeramente y casualmente esto tomaba una dimensión pública. Quería conocer gente interesante y debido a mis gustos, digamos extremos, la cosa empezó a tomar una dimensión provocativa. No era mi intención gustar a todos. Para yo disfrutarlo tenía que ser extremo.
El festival dura cinco años pero nunca fuiste en búsqueda de ningún tipo de financiación externa, ¿cómo consigues financiar un festival así? ¿Qué papel juega Studiocromie en esto?
Yo era diseñador gráfico y diseñaba portadas de discos de música, pero nunca me gustó como resultaba la impresión final del trabajo que mandaba. Así que me monté mi propio taller para imprimir yo mismo y aprender las técnicas. Desde el momento en que empecé a juntarme con artistas decidí empezar a imprimir sus diseños y esto me ayudó a financiar el festival. Invitaba a artistas y trabajábamos juntos produciendo sus cosas, vendiéndolas. Me daba el dinero que necesitaba para cubrir todos los gastos del festival. Las ayudas públicas ni las tenía ni las quería, porque eso significaba que iba a tener que complacer al resto. Haciéndolo solo me sentía mucho más libre, era un gasto grande y una apuesta apuesta muy fuerte cada año, pero con suerte me fue bien todos los años.
¿Cómo fueron esos cinco años de festival? ¿Te encontraste con muchas trabas?
Al principio fue una locura, nadie entendía lo que estábamos haciendo. La gente se paraba y nos hacía preguntas de todo tipo, sobre todo se repetían constantemente tres: ¿tenéis autorización? ¿quién los paga? Y ¿quién ganó el año pasado? Como si fuera todo parte de una competición. Nadie podía entender que era algo que se hacía por el hecho de hacerlo, por una necesidad de comunicar libremente. Las instituciones tampoco entendieron nada y trataron de obstaculizarnos por hacerlo de manera libre y sin haber pedido permiso pero les resultó bastante anti productivo, se dedicaron a borrarnos algunos de los murales así que yo lo colgaba en Internet y la gente en toda Italia se ponía en su contra. Llegó un momento en que el Ayuntamiento y la policía tenían las manos atadas porque cualquier cosa que hacían la gente saltaba en su contra.
¿Qué buscabas con este festival?
Quería conseguir una libertad de expresión total, el poder hacer cualquier cosa. Que dejaran de estar encima nuestra en realidad era algo que me molestaba porque me gustaba tener un interlocutor contrario o al menos crítico. Desde el momento en que se empezó a hablar bien de nosotros desde fuera eso se perdió. El ciudadano de Grotagglie iba con la corriente, cuando escuchaba lo positivo que era celebrar un festival como este, dejó de hacernos preguntas y aprobaba cualquier cosa que hacíamos. Por eso un año decidimos boicotearlo pintando penes en la calle, queríamos ver si todavía alguien estaba despierto, queríamos que nos parasen, que nos cuestionaran el trabajo y eso no pasó. Me aburrí muchísimo.
Y tras cinco años de FAME y en uno de sus mejores momentos, por donde pasaron desde Momo, Sam3, Os Gemeos, Escif, Swoon, Boris Hoppek, Brad Downey, Vhils o Nespoon… Decides terminar con todo.
Si, yo ya estaba listo. Creo que todo tiene su momento y no me resultaba útil seguir haciendo algo que ya había dicho todo lo que tenía que decir. Se podría haber llevado adelante muchísimos más años, me iba a resultar muy cómodo económicamente porque empezaron a funcionar muy bien todas las ventas, pero no me hubiera gustado hacerlo.
¿Eras consciente de que con este festival que fue de 2008 a 2012 estabas siendo uno de los precursores de todo un movimiento de festivales de arte urbano?
Era obvio porque este fue el primero pero me molestaba muchísimo ver los otros. Aquí mismo, en esta región del sur, surgieron varios que intentaron hacer lo mismo pero a través de un Ayuntamiento, con el político de turno de la mano, con permisos… No existía esta urgencia de la que surgió FAME donde no nos importaba nadie. Siempre me molestaba esa comparativa porque desde fuera ves solo las fotos en Internet y no te puedes documentar bien, van a parecer similares. Lo que hacíamos aquí no tenía que ver con una foto, era mucho más, era una forma de comunicación mucho más potente. Si te digo la verdad a mi los murales en sí nunca me interesaron, pero en ese momento resultaba una manera muy fuerte para comunicar. Si me hubieran dicho en ese momento que otra cosa era tan fuerte para comunicar como pintar una pared, la habría hecho. Ver estas réplicas fue otra de las razones que me provocó dejarlo, no me gustaba pensar que lo que estábamos haciendo pudiera formar parte de un modelo.
¿Es menos legítimo el arte que sale apoyado por marcas? ¿Pierde esencia cuando las marcas tratan de capitalizarlo?
La verdad es que en ese momento este fenómeno artístico era todavía muy libre, no tenía el interés de las grandes corporaciones, del sistema del arte contemporáneo, ni de las marcas. Además los artistas que hacían cosas las hacían libremente, sin pensar en el dinero o en la carrera profesional, y era lo que a mi me interesaba, era una actitud muy punk. En ese momento decías que no a las marcas, colaborar con alguna de ellas era como algo de loosers, pero ahora parece que es muy guay y a todo el mundo le parece bien, es todo más superficial. Vender nuestras cosas sin entrar dentro del circuito de arte ‘oficial’ era una verdadera alternativa al sistema imperante ahora.
¿Qué hacíais para alejaros de esto?
Hacíamos serigrafías en ediciones limitadas de cien copias y salían a 100€. La venta del arte era mucho más democrática, todos podían acceder a ello y se vivía bien ganando lo justo. Luego comenzaron a hacerse obras originales más grandes, y todavía nos resultaba algo paralelo al sistema del arte, se sentía una libertad increíble. Además existía esa actitud de fuck a todo lo demás que era oficial, y que hasta ese momento no se habían dado cuenta de que existíamos. De un momento al otro, como ocurre con todos los fenómenos culturales nacidos en el underground, el sistema se fija en ti. Cuando esto llegó todos los artistas, uno por uno, se fueron corrompiendo. Perdimos la libertad de hacer cosas a nuestro gusto, a nuestros tiempo y con la libertad que teníamos antes. Es tentador, pero se puede hacer de otra forma. Y lo sé con certeza porque tengo amigos que lo han hecho con mucha más coherencia y más libertad que otros. Ahora son libres, quizás sin dinero, pero verdaderamente libres..
¿Has conseguido seguir trabajando en el mundo del arte sin caer en lo mainstream?
Yo me creé mi propia isla. Nunca me comunico con gente que no me gusta, no hago proyectos con gente que no me gusta y no vendo artistas que no me interesan, solo por que estén de moda. He dejado de hacer cosas de cara al público, ya no hago festivales de arte urbano pero invito a los artistas que me gustan personalmente a venir y colaborar durante un mes y luego vendemos la obra. Yo no soy contrario a vender, no odio hacer dinero, pero se puede hacer de forma consciente sin tener que hacerle la pelota a nadie. Todavía yo soy coherente con esa mirada.
¿Qué artistas pasan por tu cabeza cuando hablas de coherencia?
Ahora por ejemplo trabajo mucho con Paul Kremer, una persona exquisita que se puso a hacer arte con ya 40 años, no ha tenido que crecer siendo un artista, era una persona ya comprometida. Cyop & Kaf son un dúo de Nápoles que hacen mucho trabajo social sin venderlo luego como propaganda. O Akay de Suecia, un ídolo total, tiene una mirada muy sencilla y coherente con lo que hace. Disfruto mucho de conocer gente nueva, pero siempre de esta manera independiente, sin crear una estructura. Por eso trabajo solo.
En todos estos años te has convertido en un ojo crítico y descubridor de artistas…
Fue mi misión durante mucho tiempo, descubrir artistas desconocidos para que comenzaran a ser conocidos y poder vivir del arte. Creo mucho en la calidad de la gente que trabaja conmigo. Ahora con Studiocromie me encuentro en un momento en el que puedo seguir haciéndolo pero no de la manera que lo hacía antes, porque el cliente de Studiocromie espera calidad y sobre todo buena inversión, y sacándolo de la nada no lo puedo garantizar. Por eso he hecho otro proyecto muy divertido que celebro dos veces al año se llama ‘Fuck Ups’. Son artistas que me gustan muchísimo, quizá más que los de Studiocromie, pero que ya están jodidos, digamos que no se saben vender, comunicar su trabajo… y trabajo con ellos para vender su obra. Es mi espacio de investigación, mucho más sincero. Lo soy en Studiocromie pero me preocupa más que vendan los artistas.
Estás a punto de inaugurar la exposición “All In” en Studiocromie, todo un desafío…
En momentos de crisis como estos me gusta demostrar a mis clientes y artistas que Studiocromie está bien, que sigue fuerte y que estoy trabajando duro para que puedan seguir confiando en lo que hago. Esta exposición ha sido una apuesta muy grande, un desafío total y una evolución de lo que estoy haciendo. Voy a presentar nuevos trabajos originales de artistas muy potentes y conocidos como Paul Kremer, Revok, Matt Kleberg, Julien Colombier, Momo, Jeffrey Cheung… No veo la hora de abrir, van a ser obras gigantes, muy bonitas todas.
Además durante el confinamiento hice un montón de serigrafías de Vhils, Braulio Amado, también Cheung… Me pasé los días sin parar de estampar y las sacaré dentro de poco. Pero tengo que repartirlo todo bien por que si gano demasiado dinero voy a tener que pagar demasiados impuestos en Italia, ¡y odio pagarlos(risas)!